jueves, 1 de septiembre de 2011

Capitulo tres (parte dos)


Llegamos al Hotel Rich donde Iván había reservado una mesa para cenar, en su exclusivo Lamborgini blanco, cuando entramos por la puerta giratorio, se abría ante nosotros una sala amplia con acabados en oro y mármol blanco en los suelos, con paredes en tonos caramelo y al final de la sala se encontraba la escalera y a la derecha se hallaba un pasillo que nos dirigía hacia el interior del restaurante, cuando entramos el camarero nos llevó hasta el sitio más apartado donde tenía las mejores vistas de la avenida, la mesa estaba decorada con un mantel beige y con un centro de velas doradas.
 Nos sentamos y el camarero enseguida nos trajo la carta, cuando la abrí, mis ojos no podían abrirse más del asombro, aquí los platos no bajaban de 45 dólares, y yo por timidez pedí lo más barato, dentro de lo que había, unos raviolis al pesto, mi madre pidió un pescado con verduras y Iván un solomillo de ternera con salsa cuatro quesos.
A la espera de que vinieran nuestros platos me levanté de mi silla y me dirigí fuera de la sala en busca del baño y aparte para dejar un momento a solas a mi madre con su acompañante.
 Fui hasta donde se encontraba el camarero de recepción para saber donde se encontraban los servicios.
-Disculpe, ¿sabe donde se encuentran los servicios de señora?-pregunté.

-Claro señorita, mire ¿sabe donde están las escaleras? Pues suba hasta el primer piso, cuando llegue a la derecha siga todo el pasillo hasta el final, allí se encuentran-me respondió amablemente, y con esas indicaciones me dirigí hacia donde me indicó.
Con cada paso que subía sentía que alguien me observaba, pero como pensé que eran imaginaciones mías seguí sin más demora, cuando llegué hasta el final del pasillo, en frente se encontraba una puerta enorme que suponía que tenían que ser los baños, cuando abrí las puertas, pude ver los servicios, cuando entré no podría creer lo que veían mis ojos, estaba como mi primer día de colegio Laura retocándose en un espejo pero mucho más arreglada, con un vestido rosa pálido de tirantes, con unos tacones plateados, pero que aún así todavía le superaba en altura.
-¡Siempre tenemos que coincidir en los baños eh!-la saludé amistosamente, se giró sorprendida.
-Vaya estas guapísima-me alagó- ¿Qué te trae por aquí?-.
-Nada aquí cenando con mi madre… ¿Y tú?-.
-Pues lo mismo que tu, pero con mis padres que acaban de venir de un viaje de negocios y tenían un día libre con el que pasar con sus hijos- respondió rodando los ojos, pero con un tono de tristeza.
Salimos de allí y bajamos las escaleras para ir a nuestros respectivos sitios, pero antes haciéndome prometer que después de terminar de cenar me pasara por su mesa, la mesa 135.
Cuando llegué hasta mi mesa, mi madre y su acompañante estaban cerca, demasiado cerca, y hasta que no arrastré mi silla, pareció que no se hubieran enterado de mi presencia, eso me cabreó un poco, pero después lo reconsideré mejor y pensaba que tampoco iba a ser para tanto además mi madre necesitaba despejarse un poco y olvidarse de lo mal que lo pasó. Cuando me senté enseguida los platos vinieron, parecía todo muy apetecible, estaban riquísimos los raviolis, me sentía incómoda en esta mesa y más cuando notas que tu madre le encantaría estar a solas, durante toda la cena no retiré la mirada del plató, cuando pidieron si queríamos algo de postre, se pidieron un café y Iván una copa de pacharán, en ese momento abrí por primera vez la boca para decirle algo a mi madre.
-Mama, una pregunta, era por si podía irme dentro de un rato a otra mesa, la 135, es que allí se encuentra una amiga que conocí este año, ya sabes, era por si podía irme con ella y ya luego por la noche pues ya me entiendes…-. En estos casos no era una de esas niñas consentidas que siempre le pedía para salir pero en estos momento sentía que era urgente y con eso puse una de mis mejores sonrisas.
-¡Oh! Que coincidencia ¿no? No te preocupes no pasa nada, es fin de semana, pásatelo bien, llámame cuando termines yo te pasare a buscar-.
-No te preocupes ya me las arreglaré yo sola-.
-No, insisto y ninguna protesta ¿vale?-
-De acuerdo-Me levanté del asiento y le di un beso y un abrazo a mi madre- Gracias-.
-No hay de que, hija-. Me acerqué a Iván y le di dos besos,
-Que os lo paséis bien esta noche-.Con eso y un guiño de ojo me marche hacía la mesa 135.

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